Los últimos días de Judas Iscariote
- Fernando Santacruz
- hace 58 minutos
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La acción sucede en Esperanza, un juzgado en el purgatorio en donde una abogada pretende abrir el caso de “el mayor pecador de la historia”: Judas Iscariote. Para lograrlo, tendrá que convencer al juez y al fiscal, quienes se niegan a que Judas salga del infierno y llegue al cielo. Durante el juicio aparecen testigos, tanto bíblicos como de la historia contemporánea, como Sigmund Freud, Satán y la Madre Teresa de Calcuta, que de forma ingeniosa darán su punto de vista sobre los hechos y el estado psicológico, moral y espiritual del acusado. Una comedia oscura que entrelaza reflexiones y argumentos contradictorios con un solo propósito: que el espectador, quien será el mejor juez, decida cuál es la verdad.
Dramaturgia: Stephen Adly Guirgis
Dirección: Marco Vieyra
Elenco: Silverio Palacios, Enrique Arreola, Nailea Norvind, Luis Fernando Peña, Francisco Rubio, Mónica del Carmen, Pedro de Tavira, Baruk Serna, Yessica Borroto, Sebastián Silveti y Federica Rangel

La Reseña...
Esté fin de semana asistí al cierre de temporada de Los Últimos Días de Judas Iscariote en el Teatro Helénico y debo confesar que pocas veces salgo de una sala con una mezcla tan intensa de emociones. Llevo mucho tiempo escribiendo sobre teatro y he visto incontables montajes, pero este en particular tiene algo que lo hace especial: la capacidad de conmover y divertir en la misma medida.
El texto de Stephen Adly Guirgis, complejo por naturaleza y cargado de ironía, sarcasmo y humanidad, encuentra en esta producción mexicana un vehículo vibrante. El montaje, lejos de caer en solemnidades, apuesta por la frescura, el ritmo ágil y el humor inteligente, sin perder lo filosófico y espiritual que exige esta obra.
Las actuaciones son, sencillamente, extraordinarias. Reunir a un elenco de este calibre no es cosa menor; se nota el oficio y la entrega de cada intérprete, Hay momentos de enorme fuerza dramática, que logran estremecer, y otros que provocan la carcajada franca, recordándonos que el teatro es, ante todo, un espacio para sentir.
La puesta en escena es contundente: sencilla en lo visual, pero potente en lo simbólico. El diseño de iluminación, la escenografía y los momentos claves donde se rompe la cuarta pared para hacer sentir al publico parte de la obra, acompaña y amplifica las emociones, mientras la dirección mantiene un balance entre lo reflexivo y lo entretenido.
Me parece fundamental señalar que este tipo de propuestas son las que enriquecen la cartelera mexicana: obras que se atreven a cuestionar, a sacudir y, al mismo tiempo, a entretener. Por eso considero que Los Últimos Días de Judas Iscariote merece regresar para una nueva temporada. Es un montaje que no sólo vale la pena ver, sino también conversar después de la función, porque abre preguntas sobre la fe, la justicia, el perdón y la condición humana.
En tiempos donde el teatro necesita recordarnos su poder, esta obra lo logra con creces. Ojalá el público tenga pronto la oportunidad de reencontrarse con ella
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